La novela “Viajes de Miguel Luna”, la obra más reciente de Abel Prieto Jiménez, fue presentada en el capitalino Pabellón Cuba, a propósito de la XXI Feria Internacional del Libro. Publicado por la editorial Letras Cubanas, el volúmen narra dos historias paralelas: la formación del protagonista y el relato de su accidentado viaje a Mulgavia, isla imaginaria ubicada en la geografía europea.
Me di el gustazo de disfrutar de un ensayo de Frank Fernández con la melodía de Nosotros canción de Pedro Junco, un pinareño ilustre y que Frank le quería regalar a otro pinareño también ilustre, el escritor Abel Prieto.
Era mediodía y el escenario el soleado patio del Pabellón Cuba. Frank tocaba y yo pensé en que casualmente este 13 de febrero se cumplieron quince años de que Abel se iniciara como Ministro de Cultura cuando ya llevaba dos largos mandatos de Presidente de la UNEAC. Representa por lo menos un cuarto de siglo dedicado a cumplir tareas en puestos importantes, mucho más cuando le tocó lo peor del Período especial y luchar contra prejuicios de todo tipo, no se puede olvidar que el quinquenio gris quedaba al doblar de la esquina.
Abel que ya tenía la experiencia de haber dirigido la Editorial Arte y literatura, y ser viceministro de cultura por poco tiempo, llegó a la UNEAC con su larga y bonita melena entonces negra, sin barba alguna y un saco de proyectos en su cabeza. Tenía algo más: carisma, valentía y un talento natural para dirigir sin que los subordinados se dieran cuenta de que muchas veces los amarraba cortico, como dicen en los campos de Vuelta abajo aunque Abel diga que es citadino. A esas cualidades une su lealtad a los principios y un sentido del humor que lo ha hecho salir muchas veces de situaciones difíciles o ha logrado distender un auditorio tenso con una broma oportuna.
Estudioso de José Lezama Lima, al que dedicó algunos ensayos, cultivó el relato con éxito. Ahí están Los bitongos y los guapos, No me falles gallego y Noche de sábado y ¡adiós literatura! hasta que diez años después publicó su novela El vuelo del gato, con un reconocimiento de crítica y público dentro y fuera de Cuba.
Ahora, doce años más tarde, la editorial Letras cubana nos entrega Viajes de Miguel Luna, calificada nada menos que por la doctora Graziella Pogolotti como excepcional, mientras Eduardo Heras expresó su asombro en la primera lectura. Pero cuando era sólo hojas, no se si dijo que cerca ochocientas, subió a pie hasta un décimo piso donde vive Ambrosio Fornet para buscar su opinión. Ese ensayista suerte de guía en muchos autores le sugirió hacer un desmonte de la novela y Abel contó “¡que va! No pude, en el octavo inning ya con esta historia convertida en locura, no podía hacer lo que me pediste, Pocho y quizás esté mal”
Pero el propio Ambrosio le dijo que era buena, Marilyn Bobes, la elogió y también hizo sus aportes, como el cantante y novelista Amaury Pérez y los que trabajaron en ella tal es el caso del editor Rinaldo Acosta. A todas esas personas que fundamentalmente al final le señalaron defectos o le sugirieron cambios, o lo impulsaron como su compañera Lili, Abel les dio las gracias mostrando otras de sus cualidades: la honradez.
Entonces, yo aún no la he leído pero si sus presentadores hablan de una historia hilarante que es polisémica, y la firma Abel tengo todos los motivos para pensar que estoy ante un plato apetecible.
Aquí debería terminar las líneas, pero ¿cómo no decir que las sillas no alcanzaron y había muchas personas de pie? Digo más había novelistas, poetas, pintores, músicos, periodistas y personas que durante años sin estar vinculados por su atrabajo al arte y la literatura, han admirado a Abel el escritor y sobre todo al dirigente.
Por eso aplaudo a Frank hasta cansarme por tocar Nosotros, una canción de amor y despedida como la velada reclamaba que se le hiciera a un hombre capaz de dejar su vocación a un lado, para dedicar todo su talento y capacidad a desarrollar al cultura de su Cuba querida.
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