domingo, 26 de febrero de 2012

ALEJO CARPENTIER: CARTAS A TOUTOUCHE

El volumen Cartas a Toutouche, escrito entre 1928 y 1937, refleja la manera en que se comunicaba Alejo Carpentier con su madre.

PORTADA DEL LIBRO "CARTAS A TOUTOUCHE"

Rubén Ricardo Infante
digital@juventudrebelde.cu
21 de Junio del 2011 23:13:13 CDT
«PERDÓNAME, por esta vez, de escribirte en castellano. Tengo la sensación de que este idioma resulta menos íntimo y afectuoso entre nosotros, ya que no fue el primer idioma que hablamos, pero, para mí, cada lengua se amolda a cierta curva de ideas y veo mejor las cosas que te voy a decir en castellano».
De esa manera se comunicaba Alejo Carpentier con su madre Lina Valmont, Ekaterina Vladímirovna Blagoobrázova (1884-1964), mediante  misivas como esta que ahora recoge el volumen Cartas a Toutouche, donde se revela al hijo que fue ese genio universal. LasCartas a Toutouche fueron escritas entre 1928 y 1937, años durante los que permaneció estudiando en la capital francesa el que sería después el primer Premio Cervantes «entregado a un escritor cubano, justo en 1977, solo un año después de instituirse este galardón.
El criterio seguido por Rafael Rodríguez Beltrán, el traductor de muchos de los documentos ahora publicados dentro de la papelería del autor, y de la Doctora Graziella Pogolotti, presidenta de la Fundación que lleva el nombre del creador de la novela El siglo de las luces, responde al creciente interés de estudiar los epistolarios de muchos de nuestros escritores como una vía para el conocimiento de otras facetas de los mismos.
En el libro se agrupan un total de 138 cartas, postales y otros documentos que enviara Carpentier durante su primera estancia en París. Cuenta la ensayista Pogolotti que esta correspondencia, escalonada a lo largo de siete años, fue conservada por la destinataria, y viajó con ella a París. «Años después de la muerte de su autor, las cartas regresaron a La Habana, junto a otros documentos conservados en una maleta».
En algunas de ellas se escucha la voz del novelista ante la espera y la separación de la madre, los avatares cotidianos, la fragua de una personalidad intelectual al nivel de este autor.
Cartas... ofrece un testimonio parcial del proceso de formación del joven Carpentier durante su decisiva estancia en París y revela aspectos íntimos del desarrollo de su personalidad.
En el prólogo, Graziella Pogolotti reconoce al autor de El reino de este mundo y La consagración de la primavera como alguien muy familiarizado con las dos culturas y las dos lenguas, y al libro como ese texto que muestra, «junto al Carpentier de andar por casa, un atisbo de época y datos de indiscutible valor para el estudio de su proceso creador y de los vasos comunicantes entre vida y obra».

CUBA: ANTOLOGÍA DE CIEN NARRADORES JOVENES


Presentan en Holguín antología de cien narradores jóvenes

La selección es una muestra representativa del quehacer del cuento cubano contemporáneo y de sus jóvenes autores

PORTADA DEL LIBRO 

Rubén Ricardo Infante
digital@juventudrebelde.cu
28 de Diciembre del 2011 20:16:45 CDT
La selección Todo un cortejo caprichoso. Cien narradores cubanos (Ediciones La Luz, 2011) fue presentado en el Café Las Tres Lucías, como parte de una jornada de actividades previstas para celebrar un aniversario más del triunfo de la Revolución.
La narradora Mariela Varona, quien presentó el volumen, reconoció que la selección es una muestra representativa del quehacer del cuento cubano contemporáneo y de sus jóvenes autores.
Las principales características de estas narraciones se dan a partir del uso de lo metatextual, otros autores asumen el riesgo narrativo y, los últimos, sin apelar a ninguna de las dos formas anteriores, pero elaborando con maestría un tema desde sus perspectivas. Esas son las tres variantes principales que se agrupan en esta selección, donde se completa un mapa con respecto a la creación joven.
Las dos selecciones realizadas por el sello editorial dan fe del momento actual en la creación literaria, primero en la poesía con la publicación de La isla en versos. Cien poetas cubanos, texto que ha sido presentado en diversas regiones del país y es una muestra integra del quehacer poético de estos autores, y ahora con Todo un cortejo…que reúne a los narradores nacidos después de 1970 y que en los últimos años han tomado los rigores de la narrativa para concebir sus historias.
Ambos títulos de Ediciones La Luz confirman el interés del sello editorial por unificar el discurso de los jóvenes en dos selecciones importantes por el número de autores incluidos y el desempeño de los mismos en el ámbito editorial cubano. La forma en que irrumpen, la cantidad de publicaciones, premios y libros publicados por muchos de estos autores da prueba de la calidad de un grupo de escritores que insisten en tejer sus historias desde diferentes maneras de narrar.
Para el conjunto de editores que trabajaron en la selección de los autores una de las cuestiones más respetadas fue «concebir un libro que no se limite a ser una mera compilación de textos, sino un pretexto para mostrar las diversas formas que existen de narrar».
Alcides Pereda, uno de los encargados de la selección expone que Todo un cortejo… es «un libro enfocado en los autores y formas de narrar de los mismos y no en las narraciones de estos. Más que los cuentos mismos, se trató de escoger narradores, pues estos representan estilos, formas de escribir diferentes y filiaciones estéticas que de forma visible o no, representan a una generación  de escritores».
A lo que habría que agregar, como dialogan estos textos con la capacidad imaginativa de sus autores, entre los ejemplos más notables se encuentra Pedro de Jesús, Mientras llega el chico a lo punk, donde existe una voz narrativa muy propia de su autor; Pablo Guerra,La fuga de Icaro (o la yagua que está para uno no hay vaca que se la coma), que pertenecen a cuentos habituales en la narrativa cubana contemporánea, con marcado acento en la lectura metatextual, la parodia, el pastiche y la apropiación de narraciones ajenas…
Igualmente se suman las voces de Kenia Leyva, Luis Yuseff, Ernesto Peña, Arianna Naranjo, Marcelo Morales, Lurima Estévez, Irela Casañas, Eldys Baratote, Moisés Mayán, Yordis Monteserrín, Karen Boffil, que desde la diversidad temática construyen universos propios en la manera personal que elaboran su discurso hacia la creación de cuentos.
Al revisar la selección el lector se percatará como hay otros cuentos en los cuales se privilegió el riesgo dentro de las formas narrativas, con una larga lista de autores, tales como Rebeca Murga, Conceptos; Katia Gutiérrez, Sobre la emigración en Cuba; y otros nombres como Víctor H. Pérez Gallo, Jamila M. Ríos, Osdany Morales.
Por último, se encuentran otros cuentos que, sin apelar a ninguna de las dos variantes anteriores, se refuerza el interés propio del autor por abordar un tema desde su perspectiva y hacerlo demostrando el uso adecuado de los recursos narrativos.
Autores como Jorge Labañino, El loco que eres, donde aborda el asesinato como tema y utiliza los resortes propios de la ironía. Los cuentistas Delis M. Gamboa, Frank Castell, Rafael A. Inza y Erwin Caro toman como tema la  muerte y la utilizan en sus cuentos de formas diversas.
En el caso de las narradoras Yoandra Santana y Anabel Enrique, parten de la fantasía para crear sus historias, Mae Roque de las relaciones de pareja y Mariné Lufriú, Iriel Alberto García, Alcides Pereda y Serguei Martínez, prefieren la ironía.
Un tema actual y que, por supuesto, sería rico en el tratamiento que se le otorga desde la mirada joven es la homosexualidad, tomando los ejemplos de Adriana Zamora, Zulema de la Rua y Marvelis Marrero como estandartes de un hecho no aislado en la cuentística cubana que se relaciona con el hecho de que, desde la publicación de la noveleta El Ángel de Sodoma de Alfonso Hernández Catá, un conjunto de autores hayan visto en el tema la posibilidad de tomar su visión en aras de la narración. En el año 2009 Alberto Garrandés publicó la selección Instrucciones para cruzar el espejo donde se incluyen un amplio número de narradores que han tratado el tema.
Para Emerio Medina estos cuentos «son historias que abordan cualquier paraje de lo humano y deben ser leídas con el rigor y el ojo crítico de un lector avezado. Se encontrará aquí una muestra de lo mejor que se hace hoy en Cuba dentro de las fronteras de este género tan difícil».
Todo un cortejo…, frase tomada del legado de Virgilio Piñera, autor al que se homenajeó con La isla en versos…, y ahora con esta selección, prueba del quehacer de los narradores cubanos más jóvenes y el retrato de un grupo nucleado en torno a las exigencias de la narración.
Como parte de esta jornada también se presentó el título La eternidad y el peligro de morir, de Víctor H. Pérez Gallo, un libro que abre las puertas a un joven autor, otra de las misiones que las editoriales de la AHS deben cumplir en función de promover el arte joven cubano.

Premio Alejo Carpentier en la categoría de ensayo


El libro lo tenía sobre mis hombros

Cuando le dijeron que una de sus narraciones tenía cierta similitud con la escritura de Calvert Casey, la joven holguinera se adentró en el mundo del escritor, y concibió un ensayo que le valió el Premio Alejo Carpentier en esa categoría.

Jamila M. Ríos

Rubén Ricardo Infante
digital@juventudrebelde.cu
25 de Febrero del 2012 20:21:15 CDT
Con el libro Diseminaciones de Calvert Casey, Jamila M. Ríos acaba de recibir, de manera oficial en la XXI Feria Internacional del Libro, el Premio Alejo Carpentier en la categoría de ensayo. Así, la joven holguinera ha encontrado la posibilidad de dar a conocer la figura del importante escritor, entre los olvidados de la literatura cubana, en toda su magnitud.
Hubo algunos intentos anteriores para recordar a Calvert Casey. La misma Jamila ya había publicado algunos textos sobre él en revistas como Dédalo, La Siempreviva, La Gaceta de Cuba, mientras Antón Arrufat había concedido una entrevista para desempolvar aquellos recuerdos, de cuando coincidieron en Lunes de Revolución.
Después de dedicarme el libro Huecos de araña (Ediciones Unión, 2009), la conversación entre nosotros comenzó a fluir como el agua.
—¿Cómo llegas a Calvert Casey?
—Cuando me dijeron que una de mis narraciones tenía cierta similitud con su escritura. Más tarde, lo leí; me parecieron muy interesantes su narrativa, poemas, ensayos. Me atrajo su literatura en gran parte porque era transgenérica. Cuando uno lee poemas como En San Isidro o Meditación en Caballería, tiene la sensación de estar frente a un cuento. Sus novelas a veces son calificadas como noveletas. Y ante sus ensayos, a veces uno se pregunta si se trata de un artículo, o si su modo de hacer crítica era ya posmoderno, poscrítico avant garde.
—¿Cuáles son las principales singularidades que motivaron tu interés por su figura?
—Además de ese carácter transgenérico, que fuera un suicida. Que haya elegido vivir en Cuba, pero que, en realidad, vivió desarraigándose de Cuba, con no poco de dolor. Porque eso de elegir una ciudad para ti y luego desmarcarte de ella, si es necesario, ha de ser (y fue para él) muy duro.
«También era bilingüe y ello le otorgaba dos visiones de la realidad. No es lo mismo pensar desde el inglés que desde el español. Como si fuera poco traducía del francés, e incluso, en la última etapa de su vida, aprendió un poco de italiano. Todas esas singularidades confluyeron en Calvert Casey. Él resultó una figura clave de los 60, aunque preterida luego.
«Los motivos de mi interés fueron múltiples: un escritor olvidado (murió fuera de Cuba), cuya obra no se ha estudiado a fondo tampoco en el extranjero. En su caso, como en el de otros, queda un indudable vacío dentro de la literatura cubana, que me parece imprescindible abordar, más cuando tampoco aparece en el Diccionario de la Literatura Cubana.
«En la literatura de los 60 hay distintas tendencias que él abordó; porque fue un realista, pero también hizo literatura fantástica. Asimismo, en su ensayística tocó temas que me interesan: la pornografía, la identidad latinoamericana, la relación literatura-vida. Es también una figura sugestiva respecto al tratamiento de la Historia: él revisitó el siglo XIX, pero desde la arista de los olvidados —él, quien resultó ser después uno—. Por demás, trabajó bastante el tema de la muerte, que atraviesa mi poesía...».
—La única publicación con la que cuenta fue responsabilidad de Ediciones R.
—En 1962 se dieron a conocer en esa editorial los cuentos recogidos en El regreso; y en 1963 se reeditaron. Pero en Ediciones R él publicó, además, Memorias de una isla(1964), sus ensayos. Esos fueron los únicos libros que vieron la luz en Cuba. Después, por la época en la que se marcha, en Italia sale nuevamente El regreso, como Il ritorno(1966), donde incluyeron otros cuentos. En España sucedió lo mismo con El regreso y otros relatos (1967), gracias a la editorial Seix Barral, que más tarde presentó una noveleta suya, Notas de un simulador (1969).
—Con el libro Diseminaciones de Calvert Casey cierras el ciclo iniciado con tu investigación académica. Como tú misma has dicho: una especie de «fantasma» que te persigue. ¿Qué otra mirada puedes incluir en el estudio de esta figura que abra nuevas posibilidades a futuros acercamientos?
—Ya he trabajado a Calvert Casey en relación con otros escritores. Él tenía una obsesión con Martí. Sobre eso he escrito aunque no está incluido en el libro. También he explorado su vínculo con Aimé Césaire, que tiene que ver con la cuestión surrealista, con la literatura decadentista; y que, a su vez, tiene que ver con la pulsión de esas personas que, viviendo en una isla, se exilian o salen de ella, y a su regreso tratan de comulgar con esa isla, de matrimoniarse con ella, escribiendo ese tipo de literatura tan singular, que me interesa explorar en el Caribe. Eso me encantaría estudiarlo...
—Recientemente publicaste un texto en La Gaceta sobre la actual joven poesía en Cuba... ¿Podrías caracterizárnosla?
—Por un lado, hay muchas conexiones con los poetas de los 90 del pasado siglo, porque no hay grupos, líderes, manifiestos..., elementos que se suelen enunciar como indispensables en la conformación de las generaciones. La caracterización de esa «joven poesía» es algo que debería hacerse de acuerdo con sus tendencias (como en la teoría que propone Jesús David Curbelo para estudiar toda la poesía cubana). Creo que hay que tener en cuenta las diferentes estéticas que esa «joven poesía» visita y las múltiples regularidades que se advierten al recorrer su corpus; pero igualmente he querido destacar que uno de esos autores puede participar, a su vez, de varios de los rasgos que he esbozado en una primera aproximación al tema (sin que haya podido abarcar, por supuesto, todos los textos que esa «generación cero» ha publicado).
«En cuanto a la labor de esos poetas, hay que señalar su relación con toda la poesía cubana anterior, dado que sus temas abarcan el diálogo con Dios y con la filosofía, así como con la literatura de todas las épocas... Existe algo que he llamado “fabulismo”, y que he detectado en textos donde la voz del poeta se conecta con la de diferentes seres: animales y a veces también figuras de la cultura griega o latina; así, a partir del dibujo de ese personaje y del diálogo o monólogo que se teje a través de él, el autor busca expresar todo o buena parte de lo que quiere decirle a la realidad. Eso es algo que ya se había hecho en Cuba: en los 60 se vio en la narrativa, en Ediciones El Puente con Ana María Simo, en los textos de Rogelio Llópiz; y ahora en la poesía lo he apreciado en unos cuantos autores, en connivencia con lo que he llamado “zoolecto”. Sin embargo, de ruptura como tal, no distingo un rasgo que caracterice de forma totalizadora la creación de muchos de estos autores.
«Sí existe una tendencia transgénerica. Hay poemas que parecen minicuentos (Legna Rodríguez), hay poemas que son escritos como viñetas (Gelsys García Lorenzo), hay un diálogo interesante con la filosofía marxista, aunque no se declara a simple vista; hay autores como Marcelo Morales, que lo hacen… Por otro lado, Legna es muy lúdica. Hay una ironía fuerte en esta “generación”; también en Karel Bofill, en Oscar Cruz, por poner otros ejemplos. Aunque creo que ni lo uno ni lo otro es exclusivo de esta “joven poesía”».
—¿Algún otro proyecto?
—Quisiera trabajar la literatura de los cubanos en el exterior, en la que existen muchas vetas que desconozco. Y me atrae escribir sobre poesía cubana en general. Me llama mucho la atención la obra de Nara Mansur. Ahora, por ejemplo, hago mi tesis de maestría, donde me ocupo de delimitar algunas de las frases y palabras que la Revolución, como movimiento social, ha creado para nombrar su realidad, y de cómo esa autora las incluye en su poesía y en su teatro y, a partir de ahí, las resemantiza. Me provocan también otros autores: Marcelo Morales, Fabián Suárez, Legna Rodríguez; quizá también Oscar Cruz, Omar Pérez. Esos son autores de los que quiero ocuparme en tal aspecto, y también quiero centrarme en otros: los llamados «neobarrocos», que están llenos de referencias, cuyos textos son difíciles de entender. Pienso en Pedro Llanes, Carlos Augusto Alfonso, Jesús David Curbelo, Víctor Fowler, Roberto Méndez… Respecto a tales autores me gustaría plantear un método de lectura para que, aun sin conocer todas esas referencias, uno pueda atravesar su obra y pueda comprenderla y dialogar con ella, incorporarla, disfrutarla...
—El Premio Alejo Carpentier, ¿crees que valide de alguna manera tu recorrido a partir de este momento?
—La parte buena es que el libro lo tenía sobre mis hombros, y la posibilidad de ganar el Carpentier me permitirá publicar el texto íntegro. Pues entre las posibilidades que valoré estuvo enviarlo a una editorial y esperar en los grandes colchones de originales... Obtener el Carpentier también es la entrada de Calvert Casey por la puerta ancha. Creo que el premio es muy bueno para el libro, para Casey fundamentalmente.
—Pero también tendrá a largo, mediano o corto plazo su efecto negativo ¿cuál crees que sea?
—Esto también es malo para él; porque, casi inevitablemente la valoración de mi ensayística se podría sumar a la estela de Calvert Casey; y mi interés, en realidad, es llamar la atención sobre él: que se lea sobre Calvert Casey, que se (re)lea su obra —esa que espero que sea reeditada y publicada pronto en la Isla…
«Considero que es bueno que haya una investigación sobre este notable intelectual a la que puedan acudir las personas interesadas en leerlo, en estudiarlo en su contexto (el libro contiene amplia bibliografía y muchas notas: es muy acucioso). El premio también brinda la posibilidad de no reducir las notas ni las páginas, porque yo quería que se viera todo (o casi todo) Casey, aunque el libro fuera voluminoso; y así y todo, quedaron aún vetas suyas que abordar —como casi toda su crítica de teatro y sus traducciones.
«Muchos consideran un buen augurio el hecho de que el premio lo haya vuelto a obtener alguien joven, ya lo consiguieron Duanel Díaz (Mañach o la República, 2003), Abel González Melo (Festín de los patíbulos, 2009) y David Leyva (Virgilio Piñera o la libertad de lo grotesco, 2010), quienes de alguna manera abrieron las puertas para que Calvert Casey pudiera ser reconsiderado a través de este libro. La concreción del premio es acaso otro incentivo para que los más jóvenes se arriesguen y expongan sus ensayos a trances como este...».


viernes, 24 de febrero de 2012

SOBRE EL INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO


Zuleica Romay: En Cuba el libro nunca será mercancía


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José Luis Estrada Betancourt
estrada@juventudrebelde.cu
19 de Febrero del 2012 0:00:01 CDT

Todavía no ha conseguido disfrutar del todo el haberse agenciado uno de los premios literarios más relevantes del mundo, el Casa de las Américas. Debe estar a punto de la «locura», en medio de la «esquizofrenia» que representa organizar y llevar a buen término la edición 21 de la Feria Internacional del Libro (FIL).
No cuenta ni con el tiempo para darse «terapia» con el sonido que emana del roce seguro de las yemas de sus dedos sobre las teclas de una computadora. Porque escribir, confiesa, le ayuda extraordinariamente a soportar las tensiones del trabajo, que siempre son muchas.
«Uno sabe que hay un sinfín de cosas que dependen de ti, de tu buen juicio, entrega, capacidad de respuestas; de la seriedad con que te tomes los problemas y las preocupaciones de los demás. Y esas tensiones, más las domésticas que invaden a todas las amas de casa, tiendo a “aliviarlas” escribiendo. Escribir y leer me auxilian para compensarlas».
Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del Libro (ICL), tiene una agenda demasiado apretada como para detenerse en sí misma… Innumerables presentaciones de libros, coloquios, homenajes a escritores, entregas de premios... le ocupan casi todo su tiempo, aunque en un inesperado momento de «debilidad» decide compartir del poco  que le queda con los lectores de JR.
—Después de 21 años, la Feria Internacional del Libro continúa como el evento cultural más importante que se desarrolla en todo el país. ¿Cómo lo explica?
—Admitiría que el más masivo, pero no exactamente el más importante, aunque sí diría que es el más trascendente, porque involucra a la mayor cantidad de personas. Es de esos que logra todavía hacer congeniar a las diferentes generaciones que conviven en un mismo núcleo familiar. O sea, hoy los adultos y los más jóvenes, a la hora de apreciar el arte, empiezan a distanciarse en sus gustos musicales, preferencias cinematográficas, en sus códigos visuales y de información referencial. Sin embargo, percibo que con el libro las distancias son menores. Todavía hay abuelos y nietos, padres e hijos, que leen los mismos textos, y este evento consigue visibilizar esas armonías, esas cercanías.
«Que sea el más masivo tiene una lógica: la primera gran prueba que dio la Revolución de que la cultura sería una presencia permanente en la vida de los cubanos fue, precisamente, con el libro. La Campaña de Alfabetización resultó la gran transformación inicial que se realizó, con todo el pueblo, después del triunfo de 1959. Por eso, a pesar de que en la actualidad el libro pierde espacio en la repartición que la gente hace para el disfrute de su tiempo, sigue conservando ese halo mágico.
«En el período de la Feria, hallo vecinos míos a quienes  veo cargados de libros. Después no me los encuentro leyendo en el parque, ni con ningún volumen debajo del brazo cuando nos tropezamos en el elevador. ¿Se los leerán? Ya sabemos que a veces estas compras obedecen a impulsos en medio del entusiasmo colectivo. Pero hay algo innegable: si los adquieren demuestra que reconocen su valor. Me han dicho: No sabemos cuántos ejemplares se quedan en los libreros, en los anaqueles, en las mesas como objetos decorativos, esperando a que alguien se los lea. Y siempre les respondo: El destino de todo libro es ser leído. El comprado para no leerse termina regalado a otra persona que sí se lo lee.
«En Cuba, a pesar de que existen imágenes de éxito a veces bastante alejadas de los objetivos de enriquecimiento espiritual que persigue la cultura, todavía ser una persona “leída y escribida”, como decía mi abuela, otorga cierto estatus social. Esa combinación de factores históricos, culturales, psicológicos, hacen que la Feria sea un evento masivo, y realmente trascendente».
—¿De qué manera el ICL concibe su plan editorial?
—Desde el año 2000, a pesar de las dificultades económicas, el país ha mantenido el esfuerzo de destinar un financiamiento central para la producción de libros con vistas a la Feria, en su alcance nacional. Así, hacemos una convocatoria donde participan todas las editoriales cubanas, proponiendo proyectos: libros, estuches de postales, materiales didácticos..., que analizamos sin paternalismo. A la del plan editorial de 2011 respondieron 31 editoriales, de las cuales solo siete pertenecen al ICL. Las 24 restantes son responsables del 50 por ciento de los textos que vemos ahora. Pero todas son conscientes de que cuando no sean capaces de gestar libros con valores culturales, atractivos, interesantes, que ayuden a enriquecer espiritual e intelectualmente a las personas, tendremos que hacer una producción minoritaria, porque el dinero del país solo se puede destinar para concebir los mejores proyectos posibles.
—La gestión editorial es uno de los talones de Aquiles...
—La gestión editorial constituye todavía un gran reto. Hubo una época en que, insistiendo en la necesidad de superación profesional de nuestros editores, hicimos demasiado hincapié en los aspectos técnicos, cuando este profesional, que debe combinar una cultura sólida, una perseverancia a prueba de obstáculo, no puede perder, de ninguna manera, su instinto para descubrir talentos y libros, incluso en aquellos cubiertos por la hojarasca.
«La gestión editorial resulta una asignatura pendiente. No creo que la tengamos suspensa, pero tampoco con buena nota. Sobre todo cuando se trata de la literatura extranjera. Si bien el Sistema de Ediciones Territoriales (conocido popularmente como RISO) ha venido a ayudarnos más a hallar el talento en el campo literario nacional, no estamos suficientemente al tanto de lo que se publica en el mundo.
«Nos ayudará en el futuro —todavía es muy incipiente— que pensemos la Feria como un espacio para negociar, en el buen sentido del término. Nuestra Feria es tan diversa, tan grande, que los editores le dedicaban todo su tiempo a la promoción de la literatura, mientras los escritores extranjeros entraban y salían, y nadie se sentaba con ellos a conversar. Sin embargo, el pasado año conseguimos unos cuantos buenos acuerdos. Eso es significativo: que la Feria se convierta también en un momento de búsqueda, de gestación de nuevos proyectos».

Para no perder la guerra

El teléfono suena insistentemente, a pesar de que las actividades profesionales de la FIL ya concluyeron esa noche. Atrás habían quedado los abrazos de los ganadores de los Premios Calendario 2012. La sala Nicolás Guillén permanece desierta y silenciosa, por eso el timbre se torna más insolente. Hacemos una pausa, Zuleica se levanta y contesta con rapidez. Ahora regresa más «confiada», pensando que no tendrá que volver a hablar sobre su premiado libro Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad. Por el momento, tiene razón.
—La RISO cumplirá 12 años el próximo 13 de agosto. ¿En lo adelante, hacia dónde se encamina ese proyecto?
—Ya la RISO está entrando en la adolescencia, y ahora muestra cierto nivel de consolidación, sobre todo en el equilibrio de los catálogos. Por supuesto, el principal reto que debió enfrentar fue en el orden técnico profesional: expandimos un Sistema de Ediciones Territoriales (SET) sin que en todos los lugares estuviesen las personas calificadas. No obstante, tengo la sensación de que por fin acabó con los inéditos en Cuba, en el sentido de que es muy raro ya que un autor valioso acumule textos que no ven la luz. También debo decir, que hubo una etapa en que resultó demasiado fácil publicar.
«A veces pienso que antes los escritores iban más despacio y le daban más tiempo a sus obras, las dejaban reposar, no se apuraban tanto. Ahora, encontramos magníficos autores de 30, 35 años, con muy buenos libros, pero también otros, que la mitad de su obra necesitaba un poquito más de cocción. Es como el pan: si lo sacas del horno antes de tiempo, se puede comer, pero no sabe igual.
«Creo que el SET está en una etapa de madurez, en un período de consolidación, incluso en cuanto a su perfil editorial. En verdad fue una idea extraordinaria de Fidel. Ahí están los jóvenes que ganan el Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén, el Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar, algunos de los que han conquistado el Casa, quienes publicaron sus primeros libros en la RISO. Y ya hoy están tratándose de tú a tú con sus colegas de la generación precedente».
—Algunas críticas se dirigen a la cantidad de ejemplares y a la imposibilidad de que los títulos se muevan por todo el país...
—Eso todavía es cierto. La tecnología de la RISO no te permite imprimir más de mil ejemplares de un título, lo cual en Cuba es mínimo. Sobre todo para esos magníficos libros que tendrían una gran distribución nacional. ¿Qué hemos hecho para tratar de compensar eso? Primero le hemos dado la posibilidad a las editoriales de presentar proyectos en la convocatoria para el Plan especial. Asimismo, asumimos el financiamiento para realizar la tirada que satisfaga la demanda de los lectores, cuando se trata de textos muy buenos, con un determinado nivel de especialización, y conocemos que sería una locura hacer una producción demasiado grande. Pero ratificamos la vocación de la RISO, que se creó en función del talento creador del territorio, de descubrir nuevos escritores, de incentivar la producción intelectual y la creación literaria del territorio.
—En los tiempos que corren, de cambios cardinales en nuestra economía, ¿cómo se ve funcionando el ICL?
—Si tú supieras que hay cosas que se deben hacer y no son nuevas. El ICL todavía tiene que aprender a ser racional en la definición de las tiradas de los libros. Desde el 2011 comenzamos a conciliarlas con los Centros Provinciales del Libro (CPL). En vez de definirlas desde el Instituto, hacemos un proceso de consulta de las cantidades de ejemplares que se consideran apropiadas a partir de las características del territorio.
«En el plan del 2011, por ejemplo, no imprimimos libros que no tuvieran “dueños”. Quiere decir que si salen cinco mil ejemplares es porque la demanda de los CPL, del Centro Municipal de Isla de la Juventud y de la Distribuidora Nacional está sobre esa cifra. Lo que sí está claro es que no produciremos libros para el almacén.
«Considero que debemos aprovechar las ventajas que nos ofrecen los nuevos mecanismos de trabajo del país, para actuar, sin prejuicios, al estilo de todos los comerciantes del mundo: mover el inventario de un lugar a otro. Esos libros son los que se quedan cogiendo polvo en las librerías. Es una labor que no se notará de inmediato, pero, en dos o tres años el sistema del libro funcionará con un poco más de agilidad».
—Todo parece indicar que la gestión comercial se ha visto a veces como un tabú...
—En Cuba el libro nunca será mercancía en primer lugar, sino siempre en último. Lo que pasa es que nosotros no tenemos derecho a malgastar los recursos que el país dispone para que produzcamos los libros, y darnos el lujo de mantenerlos en un almacén. Por tanto, la gestión comercial hay que hacerla bien, no porque nos vayamos a convertir ahora en los mercaderes del libro, sino porque debemos aprovechar los recursos que se están sacando casi del torrente sanguíneo para que haya ferias como estas.
«En eso también hemos empezado un camino —es donde más atrasados estamos—, en aprender a manejar comercialmente los inventarios, en conectar la actividad de promoción con la comercial —algo que nos ha pasado por muchos años—. Nosotros, con esa pureza que tiene la gestión cultural en Cuba, de que lo más importante es el autor y su obra, muchas veces hemos intentado hacer la promoción sin importarnos si el libro se venderá o no. Esa es la verdad.
Yo tuve un profesor que decía que la política editorial termina en un mostrador, y es cierto. Usted puede tener el mejor catálogo editorial del mundo, mas si sus libros están en un almacén su política editorial es pura teoría. Para que sea política, la gente debe comprar el libro y llevárselo para su casa. Lo mejor es que se lo lea. Lo menos malo es que lo ponga en un anaquel hasta que venga alguien a pedírselo prestado.
«Nos ha costado entender que hacer acciones para que el libro se venda no es malo, sino nuestro deber. Sobre todo porque el filtro, las barreras, las exigencias de carácter ético no las estamos poniendo en el acto de la venta, sino en el momento en que decidimos publicarlo o no. Si esa decisión se tomó bien, entonces se tiene que hacer lo imposible por venderlo, porque, además, está llevando cultura, ideas, valores. En eso no hay ningún pecado. Preocuparnos por eso no nos disminuye. Por el contrario: nos hace más responsables».
—¿Cómo se está preparando el ICL para estos tiempos de bonanzas tecnológicas?
—El Instituto ha venido dando pequeños pasos. Este año propusimos en la FIL una oferta básicamente de libros y materiales impresos, pero también algunas multimedias, audiolibros. Y aunque todavía no hemos hecho nada con ellos, estoy felicísima de que contemos con nuestros primeros 30 eBooks. Nos estamos poniendo de acuerdo con distribuidores serios para promoverlos y comercializarlos. Creo que en un par de años estaremos ante un plan editorial que concibe también libros que se editan para distribuirse digitalmente. Es algo que ha llegado para quedarse, y que uno lo nota en la actitud de nuestros hijos, quienes pueden leer incluso hasta incómodamente sentados frente a la computadora. Entonces hay que tratar de ofrecerles lecturas que estén en esos soportes, que tan bien manejan y verdaderamente disfrutan.
«No creo que el libro haya perdido la batalla, y nunca perderá la guerra. Quienes trabajamos con libros debemos tratar de que la gente llegue a ellos por cualquier camino. Por ejemplo, en la librería Fayad Jamís contamos con un área de préstamos. Allí, por una modesta cuota mensual de 20 pesos —diez para jubilados y estudiantes—, las personas pueden pedir cuantos volúmenes quieran, y junto a eso hay una oferta de alrededor de 150 versiones cinematográficas de obras literarias. De modo que cada vez que alguien solicita un libro puede ver una película.
«Alguien me dijo: “Oiga, Zuleica, pero aquí hay personas que vienen solo por las películas”. Y le respondí: No importa, deja que empiecen por ahí. Una parte de ellos después vendrá por los libros”. O sea, no puedes renunciar a nada. Porque a veces la gente llega al libro motivado por el contacto con otros bienes culturales. El libro está en el origen de casi todas las manifestaciones del arte y la cultura. Bueno, debemos conseguir que también venga la gente de ellas hacia el libro».

Elogio a la virtud

El reloj continúa indetenible, y el tiempo, lleno de soberbia, no quiere comprender que aún quedan preguntas que quisiera hacer. Tampoco lo entenderá Ignacio, ese chofer maniáticamente impaciente, quien quizá, otra vez, decida que ya ha esperado bastante, rodeado de una terca oscuridad que a esa altura de la noche se niega a replicar el eco del concierto de la Plaza San Francisco, el cual aún anuncia que la Feria vive. Entonces, como disculpándome, le lanzo a Zuleica las interrogantes que no debieran faltar sobre el sonado reconocimiento literario que recién acaba de recibir.
—¿Se vio alguna vez con un Premio Literario Casa de las Américas en sus manos?
—Primero debo confesar que me gustan los concursos. Y segundo, casi siempre me quedo insatisfecha con lo que escribo. Entonces los concursos me sirven para saber qué piensan los demás de lo que he escrito. Antes había ganado otros premios, pero no con la importancia del Casa.
«Estuve trabajando Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad por más de tres años, exigió de mí una divertidísima labor de terreno de alrededor de diez meses en los que salía a entrevistar a personas y hacer encuestas cuando podía; y dos años y medio de tecleo nocturno, de borra y vuelve a teclear, pero realmente lo disfruté mucho. Y si lo envié al concurso fue por esa misma inseguridad. Porque además es un tema muy complicado, que encuentra en Cuba a intelectuales muy versados. Complicado porque es muy multifactorial, porque se aborda desde casi todas las disciplinas de las Ciencias Sociales. Yo misma no sé cuánto tiene el libro de Historia, Sociología, Psicología social...
«De modo que determiné llevarlo al Casa, donde estaban convocando el Premio Extraordinario de Estudios sobre la presencia negra en América y el Caribe contemporáneos. Tomé una precaución para no pasar mucha pena: mandarlo con un seudónimo. Y así, si al final el libro era un desastre, que no se enterara mucha gente de que lo escribí yo. Y mira, ganó.
—¿Qué la motivó abordar un tema como la racialidad, que ha convocado a no pocos estudiosos?
—Realmente no soy especialista en ese tema, que han llevado estudiosos muy versados. Yo me he dedicado a los estudios de comunicación. Pero me di cuenta de que todo lo que está asociado a la racialidad en Cuba, como en todas partes, tiene un extraordinario soporte cultural, y una multitud de influencias de todo tipo. Una de las formas de sopesar el peso de los diferentes factores es verlo en el comportamiento de las personas.
«Si algo resulta novedoso en este abordaje es que traté de verlo desde la comunicación, del modo como las personas, a través de la comunicación, reflejan sus preocupaciones, identidades, desavenencias, y emiten sus mensajes sobre el asunto. Porque lo racial, sobre todo en el Caribe, trasciende la piel, tiene que ver con la forma en que las personas se ven y se comportan, con los atributos con los que quieren caracterizarse, con la muy rica tradición oral...
«Sí resultó interesante tratar de entender cuán complejos son estos asuntos vinculados con la identidad de las personas, ya sea racial, nacional o de género. Porque las personas están en un proceso de asunción o no de atributos y cualidades hasta el último día de sus vidas.
«Los procesos identitarios son muy difíciles de desentrañar, y cuando tienen elementos problémicos es complicado determinar cuáles son los que condicionan el comportamiento de los otros».
—¿Alguna ficción en el camino?
—No sé. Los compañeros que estuvieron becados conmigo en la Lenin fueron sometidos, durante años, a los más horribles cuentos y novelas que alguien pudo imaginar jamás. Por suerte me deshice de todos... Llegué a pensar que eso no era lo mío, entonces me dediqué al ensayo... Por ahora no se me ha ocurrido volver a la ficción. Por el momento, estoy suficientemente «escarmentada»
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