sábado, 17 de noviembre de 2012

PRESENTACION EN EL CUBAN RESEARCH INSTITUTE DE FIU

Cuban Research Institute to present ‘Music for Martí’

El académico cubano Emilio Cueto
The Cuban Research Institute at FIU will present “Classically Cuban: Music for Martí,” an anthology of music inspired by Jose Martí and his texts. Music selected and narrated by independent scholar Emilio Cueto will include pieces spanning more than 100 years by both Cuban and foreign authors. An ensemble of musicians, under the direction of FIU professor Armando Tranquilino, will play the selections. A reception will follow the concert.  
Tickets are $35 for adults, $30 for senior citizens and students, and $15 for FIU and University of Miami students, faculty and staff.
The concert will take place on Sunday, Dec. 9 at 5 p.m. on FIU’s Modesto A. Maidique Campus, Wertheim Performing Arts Center.

martes, 6 de marzo de 2012

Abel Prieto presenta su novela “Viajes de Miguel Luna”

 Texto: Paquita de Armas. Foto: Kaloian
    La novela “Viajes de Miguel Luna”, la obra más reciente de Abel Prieto Jiménez, fue presentada en el capitalino Pabellón Cuba, a propósito de la XXI Feria Internacional del Libro. Publicado por la editorial Letras Cubanas, el volúmen narra dos historias paralelas: la formación del protagonista y el relato de su accidentado viaje a Mulgavia, isla imaginaria ubicada en la geografía europea.
    Me di el gustazo de disfrutar de un ensayo de Frank Fernández con la melodía de Nosotros canción de Pedro Junco, un pinareño ilustre y que Frank le quería regalar a otro pinareño también ilustre, el escritor Abel Prieto.
    Era mediodía y el escenario el soleado patio del Pabellón Cuba. Frank tocaba y yo pensé en que casualmente este 13 de febrero se cumplieron  quince años de que Abel se iniciara como Ministro de Cultura cuando ya llevaba dos largos mandatos de Presidente de la UNEAC. Representa  por lo menos un cuarto de siglo dedicado a cumplir tareas en puestos importantes, mucho más cuando le tocó lo peor del Período especial y luchar contra prejuicios de todo tipo, no se puede olvidar que el quinquenio gris quedaba al doblar de la esquina.

    Abel que ya tenía la experiencia de haber dirigido la Editorial  Arte y literatura, y ser viceministro de cultura por poco tiempo, llegó a la UNEAC con su larga y bonita melena entonces negra, sin barba alguna y un saco de proyectos en su cabeza. Tenía algo más: carisma, valentía y un talento natural para dirigir sin que los subordinados se dieran cuenta de que muchas veces los amarraba cortico, como dicen en los campos de Vuelta abajo aunque Abel diga que es citadino. A esas cualidades une su lealtad a los principios y un sentido del humor que lo ha hecho salir muchas veces de situaciones difíciles o ha logrado distender  un auditorio tenso con una broma oportuna.


    Estudioso de José Lezama Lima, al que dedicó algunos ensayos, cultivó el relato con éxito. Ahí están Los bitongos y los guapos, No me falles gallego Noche de sábado y ¡adiós literatura! hasta que diez años después  publicó su novela El vuelo del gato, con un reconocimiento de crítica y público dentro y fuera de Cuba.
    Ahora, doce años más tarde, la editorial Letras cubana nos entrega Viajes de Miguel Luna, calificada nada menos que por la doctora Graziella Pogolotti como excepcional, mientras Eduardo Heras expresó su asombro en la primera lectura. Pero cuando era sólo hojas, no se si dijo que cerca ochocientas, subió a pie hasta un décimo piso donde vive Ambrosio Fornet para buscar su opinión.  Ese ensayista suerte de guía en muchos autores le sugirió hacer un desmonte de la novela y Abel contó “¡que va! No pude, en el octavo inning ya con esta historia convertida en locura, no podía hacer lo que me pediste, Pocho y quizás esté mal”
    Pero el propio Ambrosio le dijo que era buena, Marilyn Bobes, la elogió y también hizo sus aportes, como el cantante y novelista Amaury Pérez y los que trabajaron en ella tal es el caso del editor Rinaldo Acosta.  A todas esas personas que fundamentalmente al final le señalaron defectos o le sugirieron cambios, o lo  impulsaron como su compañera Lili, Abel les dio las gracias mostrando otras de sus cualidades: la honradez.
    Entonces, yo aún no la he leído pero si sus presentadores hablan de una historia hilarante que es polisémica, y la firma Abel tengo todos los motivos para pensar que estoy ante un plato apetecible.
    Aquí debería terminar las líneas, pero ¿cómo no decir que las sillas no alcanzaron y había muchas personas de pie? Digo más había novelistas, poetas, pintores, músicos, periodistas y personas que durante años sin estar vinculados por su atrabajo al arte y la literatura, han admirado a Abel el escritor y sobre todo al dirigente.
    Por eso aplaudo a Frank hasta cansarme por tocar Nosotros, una canción de amor y despedida  como la velada reclamaba que se le hiciera a un hombre capaz de dejar su vocación a un lado, para dedicar todo su talento y capacidad  a desarrollar al cultura de su Cuba querida.






    lunes, 5 de marzo de 2012

    Los horrores de una utopía frustrada



    Por Leonardo Padura
    CaféFuerte/ 27 de febrero de 2012
                 
    El escritor Leonardo Padura, ganador del Premio Cabet.   Ya se sabe que hay premios y premios. Y que, entre los literarios, hay algunos que son más literarios que otros. Cuando un escritor, ese hombre  común pero que desarrolla su trabajo en la soledad de su escritorio, luchando con sus dudas, sus miedos (todos sus miedos), con las ideas y con su idioma resulta congratulado con un premio verdaderamente literario, la felicidad de ese escritor puede ser infinita, pues significa el reconocimiento a un trabajo cuyo fin es, luego de convencer al propio escritor, intentar el convencimiento de los lectores.
       Y, entonces, al ser reconocido ese trabajo, la felicidad se mezcla con la gratitud hacia ciertos colegas, hacia ciertas instituciones, que entre los miles de miles de libros que se publican cada año en el mundo, han puesto su fe y su confianza en el trabajo de ese escritor y le proporcionan la enorme satisfacción de sentir que el esfuerzo de muchos meses ha valido la pena. Este es hoy mi caso y por eso estas palabras estarán desbordadas de alegría, satisfacción y gratitud.
     
    Una generación víctima de la ortodoxia
    El hecho de que sea una novela como El hombre que amaba a los perros la que se alce con un reconocimiento como el muy selectivo y prestigioso Prix Carbet adquiere para mi connotaciones especiales por razones que casi no resultaría necesario enumerar, pero que insisto en hacerlo: porque este es un premio que brota desde lo más profundo del esfuerzo por valorar y reconocer la cultura del Caribe, a la cual pertenezco en cuerpo y alma desde mi condición de cubano por todos los costados; porque este es un reconocimiento que está ligado a figuras míticas de la cultura de la región, desde el maestro Edouard Glissant hasta la gran dama Maryse Condé, o René Depestre (entre muchos otros), que lucharon y luchan por la dignificación de la cultura de nuestro mediterráneo americano en todos los niveles, desde los más populares hasta los más elaborados; porque soy un carpenteriano militante, y en la obra de ese cubano caribeño y universal aprendí a ver esta parte del mundo como espejo del universo, como territorio propio en donde, con todas las sangres y todas las culturas, todas las historias y todas las batallas (e incluso las derrotas), se ha logrado crear un universo real maravilloso desde el que irradia nuestra singularidad de mestizos esenciales, de piel, espíritu, lengua, creencias religiosas y filosofías.
    Pero en el caso específico de esta novela, que es el resultado de una larga obsesión, de una experiencia de vida y de cinco años de investigaciones y escrituras, cada reconocimiento que recibo me confirma en una certeza: El hombre que amaba a los perros era, es, una novela que yo no podía dejar de escribir.
    No tengo que repetir que vivo y escribo en Cuba, pues todos ustedes lo saben. Y quizás no tendría que decir lo que significa haber escrito esta novela viviendo en Cuba y aspirando a que fuese leída, sobre todo, en Cuba. La experiencia de la gran frustración utópica del siglo XX, en la cual mi país participó con todos sus sueños y obtuvo muchos de sus beneficios pero a la vez pagó muchas de sus consecuencias indeseables, era y todavía es un conflicto histórico que tocó hasta las últimas fibras de las vidas individuales de muchos cubanos, pero con especial énfasis y encono en los hombres y mujeres de mi generación. Mis congéneres y yo somos un grupo de personas que creció, se educó, trabajó convencida de la viabilidad de esa utopía, trabajó para ella de las más disímiles maneras, sufrió por ella los rigores de la ortodoxia que hacía asunto suyo desde el largo del pelo hasta lo que estaba debajo del pelo, y nos exigió una militante unanimidad incluso a los no militantes. Pero todo eso ocurrió sin que muchas veces tuviéramos una idea real y cabal de los desmanes mayores que se habían cometido en nombre de la construcción de un mundo mejor.
     
    Ocultamiento y frustración
    El ocultamiento de esos desmanes, que si acaso se calificaban de “errores”, cuando muchas veces fueron en realidad “horrores” -basta leer una novela como Vida y destino de Vasili Grossman para realizar ese trayecto semántico-, el ocultamiento, decía, constituyó justamente una de las causas que provocaron su frustración como proyecto, y la frustración de los sueños y las vidas de muchos hombres y mujeres de mi generación, en esta Cuba en la que nací, donde vivo y escribo por soberana decisión personal y donde hoy se habla de la necesidad de superar el síndrome socialista del secretismo.
    Entrar en ese mundo lleno de complejidades históricas, de susceptibilidades políticas, de esquematismos ideológicos fue una decisión difícil. Y puedo confesar, como ya he hecho otras veces, que sentí miedo al hacerlo. Pero creo firmemente que la esencia del hombre está en su capacidad no de ser valiente, sino de saber imponerse a sus miedos, aun cuando estos no lo abandonen. Con esa mezcla de sensaciones y dudas me lancé al proyecto de escribir esta novela y creo que el mayor aliento que me sostuvo fue el sueño artístico de que resultara la mejor novela que mi capacidad me permitiera escribir, y la aspiración de utilidad social y cívica de que esa novela circulara en Cuba y la leyeran los cubanos. El primero de esos propósitos aun no sé si lo logré; el segundo se ha producido con tropiezos, pero se ha producido, y -debo decirlo con toda sinceridad-, el más importante de todos los premios que ha recibido y puede recibir esta novela ha sido el de esos lectores cubanos que, desde hace dos años, se me acercan por una u otra vía, para agradecerme, simplemente agradecerme, que haya escrito esa novela, que es también la novela de mi vida y de sus vidas.
    El hecho de que diversas instituciones cubanas e internacionales hayan tenido la gentileza de premiar mi trabajo, por supuesto que completa la satisfacción y el orgullo con el que hoy escribo estas apresuradas, seguramente torpes palabras, con las que quiero dejar constancia de mi alegría de escritor congratulado con el Premio Carbet del 2011 y mi gratitud a un jurado y una institución que, desde el Caribe y hacia todo el mundo, ha señalado mi novela, la premia, la congratula, y la coloca al lado de tanta obra trascendente escrita en esta parte del planeta que habitamos.
     
    Una novela desencantada
    Por último, quisiera expresar algo que tal vez resulte una obviedad:El hombre que amaba a los perros es una novela triste, desencantada, una historia de horrores y errores, como ya dije. Pero es también, y así espero sea siempre recibida, la historia de una esperanza, de un sueño colectivo que se frustró, como tantas otras utopías a lo largo de la historia. Pero fue una esperanza al fin y al cabo. Fue el sueño de construir un mundo más justo, donde los hombres pudieran vivir con libertad, igualdad, fraternidad, en una sociedad donde imperara el máximo de libertad en el máximo de democracia. Y si otra vez perdimos ese sueño, todavía nos queda no ya el derecho, sino la obligación de volver a soñarlo, pero desde la experiencia del fracaso. Y si algún día dejamos de soñarlo, a pesar de todos los pesares y derrotas, entonces sí habremos perdido lo mejor de nuestra condición humana, o sea, aquello que en su última miseria y descalabro pudo entender el ex esclavo Ti Noel al ver la perversión de los sueños de otra revolución, la primera de las ocurridas en esta parte del mundo. En ese instante, escribió Alejo Carpentier en 1948, su pequeño personaje comprendió que “la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas”. Todos nosotros sabemos cuáles son nuestras Tareas, todos nosotros sabemos que estamos obligados a querer mejorar lo que somos, el mundo en que vivimos. No importa con qué nombre bauticemos esa utopía. Solo que sepamos que, sin ella, no seríamos mejores.
    Gracias otra vez a todas las instituciones y a todas las personas, presentes y ausentes, que me han permitido este cúmulo de satisfacción y felicidad. Y gracias, como siempre, a mis libros, los máximos responsables de mi satisfacción humana. Escribirlos es mi Tarea.

    *Palabras leídas durante el acto “Un premio, un autor”, el 14 de febrero del 2012, durante el Foro Caribe, organizado por la Casa de las Américas, La Habana. En esta ocasión, Padura recibió el Prix Cabet, en presencia de representantes del Institut du Tout-Monde y jurados de la edición 22 del premio, otorgado por su novela El hombre que amaba a los perros (2009). Este texto fue enviado por el autor para su publicación exclusiva en CaféFuerte.
     

    domingo, 26 de febrero de 2012

    ALEJO CARPENTIER: CARTAS A TOUTOUCHE

    El volumen Cartas a Toutouche, escrito entre 1928 y 1937, refleja la manera en que se comunicaba Alejo Carpentier con su madre.

    PORTADA DEL LIBRO "CARTAS A TOUTOUCHE"

    Rubén Ricardo Infante
    digital@juventudrebelde.cu
    21 de Junio del 2011 23:13:13 CDT
    «PERDÓNAME, por esta vez, de escribirte en castellano. Tengo la sensación de que este idioma resulta menos íntimo y afectuoso entre nosotros, ya que no fue el primer idioma que hablamos, pero, para mí, cada lengua se amolda a cierta curva de ideas y veo mejor las cosas que te voy a decir en castellano».
    De esa manera se comunicaba Alejo Carpentier con su madre Lina Valmont, Ekaterina Vladímirovna Blagoobrázova (1884-1964), mediante  misivas como esta que ahora recoge el volumen Cartas a Toutouche, donde se revela al hijo que fue ese genio universal. LasCartas a Toutouche fueron escritas entre 1928 y 1937, años durante los que permaneció estudiando en la capital francesa el que sería después el primer Premio Cervantes «entregado a un escritor cubano, justo en 1977, solo un año después de instituirse este galardón.
    El criterio seguido por Rafael Rodríguez Beltrán, el traductor de muchos de los documentos ahora publicados dentro de la papelería del autor, y de la Doctora Graziella Pogolotti, presidenta de la Fundación que lleva el nombre del creador de la novela El siglo de las luces, responde al creciente interés de estudiar los epistolarios de muchos de nuestros escritores como una vía para el conocimiento de otras facetas de los mismos.
    En el libro se agrupan un total de 138 cartas, postales y otros documentos que enviara Carpentier durante su primera estancia en París. Cuenta la ensayista Pogolotti que esta correspondencia, escalonada a lo largo de siete años, fue conservada por la destinataria, y viajó con ella a París. «Años después de la muerte de su autor, las cartas regresaron a La Habana, junto a otros documentos conservados en una maleta».
    En algunas de ellas se escucha la voz del novelista ante la espera y la separación de la madre, los avatares cotidianos, la fragua de una personalidad intelectual al nivel de este autor.
    Cartas... ofrece un testimonio parcial del proceso de formación del joven Carpentier durante su decisiva estancia en París y revela aspectos íntimos del desarrollo de su personalidad.
    En el prólogo, Graziella Pogolotti reconoce al autor de El reino de este mundo y La consagración de la primavera como alguien muy familiarizado con las dos culturas y las dos lenguas, y al libro como ese texto que muestra, «junto al Carpentier de andar por casa, un atisbo de época y datos de indiscutible valor para el estudio de su proceso creador y de los vasos comunicantes entre vida y obra».

    CUBA: ANTOLOGÍA DE CIEN NARRADORES JOVENES


    Presentan en Holguín antología de cien narradores jóvenes

    La selección es una muestra representativa del quehacer del cuento cubano contemporáneo y de sus jóvenes autores

    PORTADA DEL LIBRO 

    Rubén Ricardo Infante
    digital@juventudrebelde.cu
    28 de Diciembre del 2011 20:16:45 CDT
    La selección Todo un cortejo caprichoso. Cien narradores cubanos (Ediciones La Luz, 2011) fue presentado en el Café Las Tres Lucías, como parte de una jornada de actividades previstas para celebrar un aniversario más del triunfo de la Revolución.
    La narradora Mariela Varona, quien presentó el volumen, reconoció que la selección es una muestra representativa del quehacer del cuento cubano contemporáneo y de sus jóvenes autores.
    Las principales características de estas narraciones se dan a partir del uso de lo metatextual, otros autores asumen el riesgo narrativo y, los últimos, sin apelar a ninguna de las dos formas anteriores, pero elaborando con maestría un tema desde sus perspectivas. Esas son las tres variantes principales que se agrupan en esta selección, donde se completa un mapa con respecto a la creación joven.
    Las dos selecciones realizadas por el sello editorial dan fe del momento actual en la creación literaria, primero en la poesía con la publicación de La isla en versos. Cien poetas cubanos, texto que ha sido presentado en diversas regiones del país y es una muestra integra del quehacer poético de estos autores, y ahora con Todo un cortejo…que reúne a los narradores nacidos después de 1970 y que en los últimos años han tomado los rigores de la narrativa para concebir sus historias.
    Ambos títulos de Ediciones La Luz confirman el interés del sello editorial por unificar el discurso de los jóvenes en dos selecciones importantes por el número de autores incluidos y el desempeño de los mismos en el ámbito editorial cubano. La forma en que irrumpen, la cantidad de publicaciones, premios y libros publicados por muchos de estos autores da prueba de la calidad de un grupo de escritores que insisten en tejer sus historias desde diferentes maneras de narrar.
    Para el conjunto de editores que trabajaron en la selección de los autores una de las cuestiones más respetadas fue «concebir un libro que no se limite a ser una mera compilación de textos, sino un pretexto para mostrar las diversas formas que existen de narrar».
    Alcides Pereda, uno de los encargados de la selección expone que Todo un cortejo… es «un libro enfocado en los autores y formas de narrar de los mismos y no en las narraciones de estos. Más que los cuentos mismos, se trató de escoger narradores, pues estos representan estilos, formas de escribir diferentes y filiaciones estéticas que de forma visible o no, representan a una generación  de escritores».
    A lo que habría que agregar, como dialogan estos textos con la capacidad imaginativa de sus autores, entre los ejemplos más notables se encuentra Pedro de Jesús, Mientras llega el chico a lo punk, donde existe una voz narrativa muy propia de su autor; Pablo Guerra,La fuga de Icaro (o la yagua que está para uno no hay vaca que se la coma), que pertenecen a cuentos habituales en la narrativa cubana contemporánea, con marcado acento en la lectura metatextual, la parodia, el pastiche y la apropiación de narraciones ajenas…
    Igualmente se suman las voces de Kenia Leyva, Luis Yuseff, Ernesto Peña, Arianna Naranjo, Marcelo Morales, Lurima Estévez, Irela Casañas, Eldys Baratote, Moisés Mayán, Yordis Monteserrín, Karen Boffil, que desde la diversidad temática construyen universos propios en la manera personal que elaboran su discurso hacia la creación de cuentos.
    Al revisar la selección el lector se percatará como hay otros cuentos en los cuales se privilegió el riesgo dentro de las formas narrativas, con una larga lista de autores, tales como Rebeca Murga, Conceptos; Katia Gutiérrez, Sobre la emigración en Cuba; y otros nombres como Víctor H. Pérez Gallo, Jamila M. Ríos, Osdany Morales.
    Por último, se encuentran otros cuentos que, sin apelar a ninguna de las dos variantes anteriores, se refuerza el interés propio del autor por abordar un tema desde su perspectiva y hacerlo demostrando el uso adecuado de los recursos narrativos.
    Autores como Jorge Labañino, El loco que eres, donde aborda el asesinato como tema y utiliza los resortes propios de la ironía. Los cuentistas Delis M. Gamboa, Frank Castell, Rafael A. Inza y Erwin Caro toman como tema la  muerte y la utilizan en sus cuentos de formas diversas.
    En el caso de las narradoras Yoandra Santana y Anabel Enrique, parten de la fantasía para crear sus historias, Mae Roque de las relaciones de pareja y Mariné Lufriú, Iriel Alberto García, Alcides Pereda y Serguei Martínez, prefieren la ironía.
    Un tema actual y que, por supuesto, sería rico en el tratamiento que se le otorga desde la mirada joven es la homosexualidad, tomando los ejemplos de Adriana Zamora, Zulema de la Rua y Marvelis Marrero como estandartes de un hecho no aislado en la cuentística cubana que se relaciona con el hecho de que, desde la publicación de la noveleta El Ángel de Sodoma de Alfonso Hernández Catá, un conjunto de autores hayan visto en el tema la posibilidad de tomar su visión en aras de la narración. En el año 2009 Alberto Garrandés publicó la selección Instrucciones para cruzar el espejo donde se incluyen un amplio número de narradores que han tratado el tema.
    Para Emerio Medina estos cuentos «son historias que abordan cualquier paraje de lo humano y deben ser leídas con el rigor y el ojo crítico de un lector avezado. Se encontrará aquí una muestra de lo mejor que se hace hoy en Cuba dentro de las fronteras de este género tan difícil».
    Todo un cortejo…, frase tomada del legado de Virgilio Piñera, autor al que se homenajeó con La isla en versos…, y ahora con esta selección, prueba del quehacer de los narradores cubanos más jóvenes y el retrato de un grupo nucleado en torno a las exigencias de la narración.
    Como parte de esta jornada también se presentó el título La eternidad y el peligro de morir, de Víctor H. Pérez Gallo, un libro que abre las puertas a un joven autor, otra de las misiones que las editoriales de la AHS deben cumplir en función de promover el arte joven cubano.

    Premio Alejo Carpentier en la categoría de ensayo


    El libro lo tenía sobre mis hombros

    Cuando le dijeron que una de sus narraciones tenía cierta similitud con la escritura de Calvert Casey, la joven holguinera se adentró en el mundo del escritor, y concibió un ensayo que le valió el Premio Alejo Carpentier en esa categoría.

    Jamila M. Ríos

    Rubén Ricardo Infante
    digital@juventudrebelde.cu
    25 de Febrero del 2012 20:21:15 CDT
    Con el libro Diseminaciones de Calvert Casey, Jamila M. Ríos acaba de recibir, de manera oficial en la XXI Feria Internacional del Libro, el Premio Alejo Carpentier en la categoría de ensayo. Así, la joven holguinera ha encontrado la posibilidad de dar a conocer la figura del importante escritor, entre los olvidados de la literatura cubana, en toda su magnitud.
    Hubo algunos intentos anteriores para recordar a Calvert Casey. La misma Jamila ya había publicado algunos textos sobre él en revistas como Dédalo, La Siempreviva, La Gaceta de Cuba, mientras Antón Arrufat había concedido una entrevista para desempolvar aquellos recuerdos, de cuando coincidieron en Lunes de Revolución.
    Después de dedicarme el libro Huecos de araña (Ediciones Unión, 2009), la conversación entre nosotros comenzó a fluir como el agua.
    —¿Cómo llegas a Calvert Casey?
    —Cuando me dijeron que una de mis narraciones tenía cierta similitud con su escritura. Más tarde, lo leí; me parecieron muy interesantes su narrativa, poemas, ensayos. Me atrajo su literatura en gran parte porque era transgenérica. Cuando uno lee poemas como En San Isidro o Meditación en Caballería, tiene la sensación de estar frente a un cuento. Sus novelas a veces son calificadas como noveletas. Y ante sus ensayos, a veces uno se pregunta si se trata de un artículo, o si su modo de hacer crítica era ya posmoderno, poscrítico avant garde.
    —¿Cuáles son las principales singularidades que motivaron tu interés por su figura?
    —Además de ese carácter transgenérico, que fuera un suicida. Que haya elegido vivir en Cuba, pero que, en realidad, vivió desarraigándose de Cuba, con no poco de dolor. Porque eso de elegir una ciudad para ti y luego desmarcarte de ella, si es necesario, ha de ser (y fue para él) muy duro.
    «También era bilingüe y ello le otorgaba dos visiones de la realidad. No es lo mismo pensar desde el inglés que desde el español. Como si fuera poco traducía del francés, e incluso, en la última etapa de su vida, aprendió un poco de italiano. Todas esas singularidades confluyeron en Calvert Casey. Él resultó una figura clave de los 60, aunque preterida luego.
    «Los motivos de mi interés fueron múltiples: un escritor olvidado (murió fuera de Cuba), cuya obra no se ha estudiado a fondo tampoco en el extranjero. En su caso, como en el de otros, queda un indudable vacío dentro de la literatura cubana, que me parece imprescindible abordar, más cuando tampoco aparece en el Diccionario de la Literatura Cubana.
    «En la literatura de los 60 hay distintas tendencias que él abordó; porque fue un realista, pero también hizo literatura fantástica. Asimismo, en su ensayística tocó temas que me interesan: la pornografía, la identidad latinoamericana, la relación literatura-vida. Es también una figura sugestiva respecto al tratamiento de la Historia: él revisitó el siglo XIX, pero desde la arista de los olvidados —él, quien resultó ser después uno—. Por demás, trabajó bastante el tema de la muerte, que atraviesa mi poesía...».
    —La única publicación con la que cuenta fue responsabilidad de Ediciones R.
    —En 1962 se dieron a conocer en esa editorial los cuentos recogidos en El regreso; y en 1963 se reeditaron. Pero en Ediciones R él publicó, además, Memorias de una isla(1964), sus ensayos. Esos fueron los únicos libros que vieron la luz en Cuba. Después, por la época en la que se marcha, en Italia sale nuevamente El regreso, como Il ritorno(1966), donde incluyeron otros cuentos. En España sucedió lo mismo con El regreso y otros relatos (1967), gracias a la editorial Seix Barral, que más tarde presentó una noveleta suya, Notas de un simulador (1969).
    —Con el libro Diseminaciones de Calvert Casey cierras el ciclo iniciado con tu investigación académica. Como tú misma has dicho: una especie de «fantasma» que te persigue. ¿Qué otra mirada puedes incluir en el estudio de esta figura que abra nuevas posibilidades a futuros acercamientos?
    —Ya he trabajado a Calvert Casey en relación con otros escritores. Él tenía una obsesión con Martí. Sobre eso he escrito aunque no está incluido en el libro. También he explorado su vínculo con Aimé Césaire, que tiene que ver con la cuestión surrealista, con la literatura decadentista; y que, a su vez, tiene que ver con la pulsión de esas personas que, viviendo en una isla, se exilian o salen de ella, y a su regreso tratan de comulgar con esa isla, de matrimoniarse con ella, escribiendo ese tipo de literatura tan singular, que me interesa explorar en el Caribe. Eso me encantaría estudiarlo...
    —Recientemente publicaste un texto en La Gaceta sobre la actual joven poesía en Cuba... ¿Podrías caracterizárnosla?
    —Por un lado, hay muchas conexiones con los poetas de los 90 del pasado siglo, porque no hay grupos, líderes, manifiestos..., elementos que se suelen enunciar como indispensables en la conformación de las generaciones. La caracterización de esa «joven poesía» es algo que debería hacerse de acuerdo con sus tendencias (como en la teoría que propone Jesús David Curbelo para estudiar toda la poesía cubana). Creo que hay que tener en cuenta las diferentes estéticas que esa «joven poesía» visita y las múltiples regularidades que se advierten al recorrer su corpus; pero igualmente he querido destacar que uno de esos autores puede participar, a su vez, de varios de los rasgos que he esbozado en una primera aproximación al tema (sin que haya podido abarcar, por supuesto, todos los textos que esa «generación cero» ha publicado).
    «En cuanto a la labor de esos poetas, hay que señalar su relación con toda la poesía cubana anterior, dado que sus temas abarcan el diálogo con Dios y con la filosofía, así como con la literatura de todas las épocas... Existe algo que he llamado “fabulismo”, y que he detectado en textos donde la voz del poeta se conecta con la de diferentes seres: animales y a veces también figuras de la cultura griega o latina; así, a partir del dibujo de ese personaje y del diálogo o monólogo que se teje a través de él, el autor busca expresar todo o buena parte de lo que quiere decirle a la realidad. Eso es algo que ya se había hecho en Cuba: en los 60 se vio en la narrativa, en Ediciones El Puente con Ana María Simo, en los textos de Rogelio Llópiz; y ahora en la poesía lo he apreciado en unos cuantos autores, en connivencia con lo que he llamado “zoolecto”. Sin embargo, de ruptura como tal, no distingo un rasgo que caracterice de forma totalizadora la creación de muchos de estos autores.
    «Sí existe una tendencia transgénerica. Hay poemas que parecen minicuentos (Legna Rodríguez), hay poemas que son escritos como viñetas (Gelsys García Lorenzo), hay un diálogo interesante con la filosofía marxista, aunque no se declara a simple vista; hay autores como Marcelo Morales, que lo hacen… Por otro lado, Legna es muy lúdica. Hay una ironía fuerte en esta “generación”; también en Karel Bofill, en Oscar Cruz, por poner otros ejemplos. Aunque creo que ni lo uno ni lo otro es exclusivo de esta “joven poesía”».
    —¿Algún otro proyecto?
    —Quisiera trabajar la literatura de los cubanos en el exterior, en la que existen muchas vetas que desconozco. Y me atrae escribir sobre poesía cubana en general. Me llama mucho la atención la obra de Nara Mansur. Ahora, por ejemplo, hago mi tesis de maestría, donde me ocupo de delimitar algunas de las frases y palabras que la Revolución, como movimiento social, ha creado para nombrar su realidad, y de cómo esa autora las incluye en su poesía y en su teatro y, a partir de ahí, las resemantiza. Me provocan también otros autores: Marcelo Morales, Fabián Suárez, Legna Rodríguez; quizá también Oscar Cruz, Omar Pérez. Esos son autores de los que quiero ocuparme en tal aspecto, y también quiero centrarme en otros: los llamados «neobarrocos», que están llenos de referencias, cuyos textos son difíciles de entender. Pienso en Pedro Llanes, Carlos Augusto Alfonso, Jesús David Curbelo, Víctor Fowler, Roberto Méndez… Respecto a tales autores me gustaría plantear un método de lectura para que, aun sin conocer todas esas referencias, uno pueda atravesar su obra y pueda comprenderla y dialogar con ella, incorporarla, disfrutarla...
    —El Premio Alejo Carpentier, ¿crees que valide de alguna manera tu recorrido a partir de este momento?
    —La parte buena es que el libro lo tenía sobre mis hombros, y la posibilidad de ganar el Carpentier me permitirá publicar el texto íntegro. Pues entre las posibilidades que valoré estuvo enviarlo a una editorial y esperar en los grandes colchones de originales... Obtener el Carpentier también es la entrada de Calvert Casey por la puerta ancha. Creo que el premio es muy bueno para el libro, para Casey fundamentalmente.
    —Pero también tendrá a largo, mediano o corto plazo su efecto negativo ¿cuál crees que sea?
    —Esto también es malo para él; porque, casi inevitablemente la valoración de mi ensayística se podría sumar a la estela de Calvert Casey; y mi interés, en realidad, es llamar la atención sobre él: que se lea sobre Calvert Casey, que se (re)lea su obra —esa que espero que sea reeditada y publicada pronto en la Isla…
    «Considero que es bueno que haya una investigación sobre este notable intelectual a la que puedan acudir las personas interesadas en leerlo, en estudiarlo en su contexto (el libro contiene amplia bibliografía y muchas notas: es muy acucioso). El premio también brinda la posibilidad de no reducir las notas ni las páginas, porque yo quería que se viera todo (o casi todo) Casey, aunque el libro fuera voluminoso; y así y todo, quedaron aún vetas suyas que abordar —como casi toda su crítica de teatro y sus traducciones.
    «Muchos consideran un buen augurio el hecho de que el premio lo haya vuelto a obtener alguien joven, ya lo consiguieron Duanel Díaz (Mañach o la República, 2003), Abel González Melo (Festín de los patíbulos, 2009) y David Leyva (Virgilio Piñera o la libertad de lo grotesco, 2010), quienes de alguna manera abrieron las puertas para que Calvert Casey pudiera ser reconsiderado a través de este libro. La concreción del premio es acaso otro incentivo para que los más jóvenes se arriesguen y expongan sus ensayos a trances como este...».