La novela “Viajes de Miguel Luna”, la obra más reciente de Abel Prieto Jiménez, fue presentada en el capitalino Pabellón Cuba, a propósito de la XXI Feria Internacional del Libro. Publicado por la editorial Letras Cubanas, el volúmen narra dos historias paralelas: la formación del protagonista y el relato de su accidentado viaje a Mulgavia, isla imaginaria ubicada en la geografía europea.
Me di el gustazo de disfrutar de un ensayo de Frank Fernández con la melodía de Nosotros canción de Pedro Junco, un pinareño ilustre y que Frank le quería regalar a otro pinareño también ilustre, el escritor Abel Prieto.

Abel que ya tenía la experiencia de haber dirigido la Editorial Arte y literatura, y ser viceministro de cultura por poco tiempo, llegó a la UNEAC con su larga y bonita melena entonces negra, sin barba alguna y un saco de proyectos en su cabeza. Tenía algo más: carisma, valentía y un talento natural para dirigir sin que los subordinados se dieran cuenta de que muchas veces los amarraba cortico, como dicen en los campos de Vuelta abajo aunque Abel diga que es citadino. A esas cualidades une su lealtad a los principios y un sentido del humor que lo ha hecho salir muchas veces de situaciones difíciles o ha logrado distender un auditorio tenso con una broma oportuna.
Estudioso de José Lezama Lima, al que dedicó algunos ensayos, cultivó el relato con éxito. Ahí están Los bitongos y los guapos, No me falles gallego y Noche de sábado y ¡adiós literatura! hasta que diez años después publicó su novela El vuelo del gato, con un reconocimiento de crítica y público dentro y fuera de Cuba.

Pero el propio Ambrosio le dijo que era buena, Marilyn Bobes, la elogió y también hizo sus aportes, como el cantante y novelista Amaury Pérez y los que trabajaron en ella tal es el caso del editor Rinaldo Acosta. A todas esas personas que fundamentalmente al final le señalaron defectos o le sugirieron cambios, o lo impulsaron como su compañera Lili, Abel les dio las gracias mostrando otras de sus cualidades: la honradez.

Aquí debería terminar las líneas, pero ¿cómo no decir que las sillas no alcanzaron y había muchas personas de pie? Digo más había novelistas, poetas, pintores, músicos, periodistas y personas que durante años sin estar vinculados por su atrabajo al arte y la literatura, han admirado a Abel el escritor y sobre todo al dirigente.
Por eso aplaudo a Frank hasta cansarme por tocar Nosotros, una canción de amor y despedida como la velada reclamaba que se le hiciera a un hombre capaz de dejar su vocación a un lado, para dedicar todo su talento y capacidad a desarrollar al cultura de su Cuba querida.
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